jueves, marzo 18, 2010

Pumanque Marzo 2010

El martes después del terremoto, quedamos en que había que partir a alguna de las localidades, el peso de la urgencia así lo ameritaba. El miércoles en la mañana teníamos el nombre de Pumanque, después de ires y venires, a las 17 horas de miércoles salía la primera avanzada, con una camioneta Ford del 97 cargada hasta los alamitos y un Yaris en igualdad de condiciones, la avanzada era una comunidad de seis personas, de San Anselmo y San Benito, uno de ellos alumno.
Partimos a la nada, ninguno sabia que iba a necesitar, pero tampoco había espacio para llevar mucho, una carpa por si acaso, algo para comer, abrigo, linterna, agua, pilas, ropa de trabajo, teníamos noticias confusas de la ruta 5, así que nos arriesgamos por Melipilla-Rapel. El camino, más o menos tranquilo, aunque nuestra curiosa caravana, hacia que los que nos adelantaban por la carretera nos saludaran con la bocina dando su apoyo moral a la aventura.
Cruzamos Litueche, Alcones, Marchigüe, Población y no podíamos dejar de sobrecogernos por la acción del terremoto en todas las construcciones, y especialmente en las de adobe. Como a las ocho y media llegamos a Pumanque, buscando inmediatamente la Parroquia, y tratar de contactarnos con el Padre José Vergara, para ponernos a sus disposición.
La parroquia estaba en el suelo, un gran montón de escombros desde donde con trabajo habían logrado rescatar el copón, el calis y la patena, así como algunas imágenes religiosas y en especial la imagen de Nuestra Señora del Rosario de madera policromada, la patrona se salvo de milagro.
Nos instalamos en un centro deportivo municipal, donde armamos campamento, y el padre José, nos invitó a comer. Durante la comida, pudimos explicar más o menos quienes eramos, pero mejor que eso, el Padre nos pudo dar una idea de las necesidades y urgencias que tenia. Pidió ayuda para repartir las donaciones que le llegaba, había que distribuirlas lo antes posible, además había que trabajar en rescatar materiales de la Iglesia y de las casas del pueblo, como vigas, puertas, marcos y ventanas. Por último nos pidió un equipo que pudiera ir a ver a las personas y tomarse un tiempo con ellos, deben saber que Dios está con ellos en este momento, deben sentir el amor de Cristo en este instante, necesitan ser escuchados, han sido encuestados, pero no escuchados, hay una humanidad herida que debe ser acogida, y nosotros, la Iglesia como Madre debemos salir a su encuentro.
El jueves llego nuestra gente, al rededor de 80 voluntarios de los tres colegios del MAM, siguiendo el impulso del Párroco que hacia misa a las siete en el frontis e la Iglesia, instalamos ahí nuestro lugar de oración, y comenzamos a levantar un pueblo, sosteniendo un coro, luego divididos en cuadrillas, nos repartimos las tareas, una cuadrilla partió con el Párroco a hacer misión por el pueblo, otra a sostener nuestro monasterio, otros a labores de remoción de escombros, rescatar pertenecías y otros a repartir la ayuda a todas las pequeñas localidades de la zona, recorriéndola de punta a cabo.
Vivimos nuestro carisma eclesial poniéndonos en las manos del Padre José y desde ahí al servicio de la comunidad, sin olvidar nuestra forma de servir, desde la Iglesia y la comunidad.