lunes, octubre 01, 2007

¿Cómo sería una ciudad sin coches?



Sergi Rovira invita, en un artículo publicado en el portal Xarxanet, a imaginar cómo sería una ciudad sin coches, si ayudaría a mejorar nuestra calidad de vida y si en realidad se podría conseguir.

En las ciudades vivimos con una serie de males que las asumimos sin cuestionar. De todos los que podríamos citar, uno de los principales erosionadores de la calidad de vida en las ciudades son los coches. Entonces, si los coches son tan problemáticos, ¿por qué los tenemos? ¿Qué pasaría si no hubiera coches? ¿Qué ventajas tendríamos? ¿Y qué inconvenientes?

Una ficción: una ciudad sin coches

Hagamos un salto e imaginemos por un momento: introduzcámonos mentalmente en una ciudad dónde no hubiera ningún vehículo privado: ¿qué sería lo primero que notaríamos? Podría ser discutible, pero desde mi punto de vista, inicialmente, nos parecería una ciudad muy silenciosa y, seguramente, muy tranquila. Creo que acto seguido y muy ligado al silencio, la ciudad nos parecería vacía, echaríamos de menos algo. Si continuáramos allá y fuéramos fijándonos, estoy convencido de que sentiríamos un olor diferente, el que fuera, pero no habría la peste de los tubos de escape. Incluso, creo que, con el tiempo, esto nos debería permitir sentir mejor el gusto de las cosas y, seguramente, ahora exagero pero, en definitiva, quiero decir que lo notaríamos en todos los sentidos.

La sensación de tranquilidad y de relax para todos los sentidos serían una mejora de la calidad de vida que no somos capaces de imaginar. Hablamos de una ciudad silenciosa, espaciosa, sin malas olores. ¡Quién no la querría!

Una situación injusta

Desgraciadamente, debemos volver a la realidad. Las ciudades son ruidosas (y la principal fuente de ruido son los vehículos), con el aire contaminado (y los vehículos vuelven a ser la primera fuente de contaminación), colapsadas y llenas de coches (si queréis volved a imaginar, pensad en el espacio que se liberaría si sacáramos todos los vehículos aparcados: ¡es inmenso!).

Si estos males nos aportaran otras mejoras a toda la población, podríamos mirar si una cosa compensa la otra pero, realmente, los desplazamientos en coche dentro de las ciudades representan alrededor de un 30% del total de desplazamientos (como muestran los datos de movilidad con valores muy diversos según la ciudad y las fuentes). Esto quiere decir que el 70% de las personas se desplaza a pie, en bicicleta o en transporte público, ¡el 70%! Si tantas personas usan sistemas alternativos al vehículo privado, ¿por qué no lo hacemos todos? Las ventajas lo valen.

Una utopía que se construye poco a poco

Construir una ciudad sin coches es complejo. Una ciudad pensada para los coches tiene calzadas anchas y aceras estrechas (si tiene), no tiene un sistema de transporte lo suficiente diversificado para cubrir las necesidades de todos los ciudadanos y las inversiones para revertir esta situación son muy importantes. Una ciudad que prioriza los coches da facilidad de circulación a los vehículos y salen perjudicados otras mediados de transporte (bicicletas o a pie). Todo esto pide reorganizaciones logísticas muy importantes.

Por lo tanto, una ciudad a la medida de las personas, y no de los coches, es una ciudad que se construye despacio y a muchos años vista. Esto podríamos decir que es una utopía y, por eso, no la podemos perder en ningún momento, siempre lo debemos tener presente y no dejarla nunca. Cada paso debe ser para avanzar hacia esta utopía y si no lo logramos, como mínimo, habremos adelantado. Como dice Eduardo Galeano, la utopía sirve para avanzar.

La solución: Voluntad de cambio

Así, si realmente queremos adelantar hacia una ciudad sin coches, no vale decir que no podríamos desplazarnos: la mayoría de los ciudadanos ya usamos sistemas alternativos cada día. Sólo es una minoría la que se ha de adaptar.

Tampoco podemos poner escaparates o campañas de sensibilización como el día sin coches que se va demostrando muy ineficaz. En cambio, calan propuestas reales y cambios palpables y me quiero referir otra vez al Bicing (lo había hecho en el último artículo), una iniciativa en Barcelona que sorprende con su éxito incluso a los más escépticos. También propuestas para mejorar e incrementar el transporte público. Y sobre todo hace falta facilitar el acceso a pie e imaginar nuevas alternativas.

De todos modos, esta utopía ya existe, es una realidad a varios lugares del mundo: ya hay ciudades que tienen barrios sin coches. Ciudades como Freiburg o Bremen (Alemania) o Utrech (Países Bajos), entre otros, tienen barrios cerrados al tránsito dónde sólo tiene acceso el transporte público.

Por lo tanto, lo que hace falta es voluntad. Voluntad y atrevimiento político para introducir cambios; voluntad social para acompañar y facilitar, sobre todo desde las organizaciones, las propuestas; y voluntad personal porque, al fin y al cabo, se supone que queremos vivir en ciudades mejores.

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