Chile, es de los países con más alto nivel de infelicidad en la población, dentro de los países del mundo. Este es, para que lo sepan los turistas un país de estresados. Un país de personas que pelean a diario en una lucha salvaje, por el éxito y las metas impuestas.
Nuestro nivel de infelicidad es el precio que pagamos por estar en vías de un desarrollo y un progreso, del cual personalmente tengo mis suspicacias.
¿Cuál es el progreso al que aspiramos?
Por un lado creo que en gran medida, no lo tenemos claro. Al igual que los caballos carretoneros, nos pusieron un arnés y unas anteojeras, y nos vemos obligados a tirar hacia delante, tirar hasta morir en el intento por lograr algo, que no sabemos realmente que es. Marchamos enajenados sin un rumbo.
Entonces para justificarnos idealizamos el progreso, como una meta de bienestar por la cual vale le pena pagar cualquier precio. Pensamos en países desarrollados, como países que no tienen problemas, donde las personas viven felices, gozando de beneficios por los cuales debemos luchar pero de los que no sabemos mucho.
Esto, hace que al tomar el pulso de este movimiento muchas veces uno sufra de gran decepción al conocer ese “progreso” logrado por otros. Así al llegar a sociedades como la europea, he interiorizarnos de la falta de esperanza y el desgaste vital de sus poblaciones, de la falta de valores, y la vacuidad de sus vidas, de la falta de sentido, y la pereza existencial, entonces nos salte rápidamente la pregunta es esto lo que queremos.
Ellos que ya han llenado sus estómagos han logrado algo mejor en nivel de felicidad de lo que hemos logrado nosotros.
Como si nos pudiésemos sentir conformes con nosotros mismos luego de una borrachera. Como si el bacanal fuera a llenar nuestros espíritus vacíos y hartos de sacrificios diarios por un supuesto mejor vivir.
Pan y Circo, era la consigna en el medio de la decadencia romana, cuando la vida valía tan poco, y la clase gobernante mantenía al pueblo “tranquilo” o podríamos decir, en un estado de “bienestar”, a fuerza de espectáculos públicos, y crónica rosa, tirándole migajas para que se mantuviera con la boca llena, en una época de sin sentido que a mi gusto es tan similar a la nuestra. Orgullosos ellos de su imperio, orgullosos nosotros de nuestro desarrollo, y eso, realmente a cambiado en algo a nuestro país.
Me refiero, por favor, a un cambio sustancial… Nada. No somos más cultos, no somos más felices, no somos mejores. Hoy, creo yo, es la idea de progreso, el más grande opio del pueblo. Mantenemos a las masas sacrificándose en pos de nada, entreteniéndola todas las noches, y alimentándola con pan. Auto complacida de su desarrollo, ni siquiera nos damos cuenta de que el pan no alcanza para todos, y que en una mesa pequeña los dueños del circo comen manjares, y aún así son infelices.
¿Cuál es el progreso que queremos?
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