Hay desde mí punto de vista dos épocas críticas en el año, la navidad y la primavera.
Por ser oriundo del hemisferio sur, y vivir aquí, las dos épocas tienden a juntarse. La primavera termina el 21 de diciembre y la navidad es el 24 y 25. Es decir, el momento más crítico del año para mí, llega en su último cuarto.
Me explico, un poco.
La primavera es la época, la estación reina, si pudiera denominarse de algún modo, es a la primavera a la que cantan los poetas, de la que hablan los artistas, parece no existir novela u obra romántica que no se refiera a ella.
Buena parte de la música que escuchamos, tiene alguna relación directa o indirectamente con lo que culturalmente entendemos por primavera. Una época en que se produce una explosión natural, un desequilibrio, un desorden de todo tipo. Una época de vida y alegría, pero también una época en que la soledad, y digo soledad desde un punto de vista más bien existencial, (algo que va más allá de la canción melodramática que se pudiera escuchar en una radio) se hace más cruda.
Es en primavera donde tienen un aumento las crisis en las personas que sufren problemas psiquiátricos (la mayoría de los chilenos). Es en primavera donde se produce el auge de los suicidios, personas que se ven contrastadas con una realidad cultural que les dice deben ser felices, cuando realmente no lo son.En primavera la melancolía se vuelve más triste.
Así la primavera me parece una época de un contraste rotundo en la vida humana, cargada culturalmente, más que cualquier otra estación del año. Con una notoria explosión natural que va casi en desmedro de cualquier otro momento. Época de flores, de cantos de pájaros. Época decorada barrocamente por el romanticismo, tanto el histórico, como lo que se entiende por romanticismo comúnmente. Época de “alegría”.
Lo triste de la primavera es que pasa cuando no encajas en esta alegría…
Ahora bien, si sobrevives a la primavera, y estas en el hemisferio sur, te encuentras con la navidad, la segunda época de “alegría”.
Recuerdo el año pasado, cuando estaba en Francia, todo a mí alrededor hablaba de navidad pero yo no me sentía parte de ello, era extranjero, algo falta, yo pensaba que era por el cambio de estación, justifique mi falta de espíritu navideño en el hecho de que para mí la navidad debía ser en verano.
Pero, es eso, ahora que estoy aquí, me parece que mi falta de espíritu navideño se debe quizá a una incredulidad mayor. Se mezclan y fusionan de forma muy extraña, por un lado, el bombardeo de productos extranjeros, tarjetas con monos de nieve, en medio de un calor sofocante, por ejemplo. Navidades blancas en televisión. Además de la increíble publicidad para encontrar regalos y productos.
Así tenemos la fiesta extranjera, que se suma a la fiesta local del consumo, y a la que se agrega, como “motivo fundamental” una fiesta religiosa, que me cuesta distinguir muchas veces en medio del clima de lo otro.
Esta debe ser una época de alegría, pero veo una época de compras y transacciones, que pasaran como un trámite, luego de un par de comidas y almuerzos, casi sin pena ni gloria, me parece incluso a veces que la sensación que prima el 26 de diciembre es la de alivio, algo así como, al fin ya paso. Y la del 27, feliz día de los inocentes, que van a tener que comenzar a preocuparse por la cuotas.
Suena a diagnostico terrible, pero me parece incluso, que lo he moderado un poco, desde que me puse a escribir.
Finalmente a lo que quiero llegar, quizá no voy para ningún lado, pero, cómo es que puedo decir, que las dos épocas de mayor alegría, son a la vez, las dos épocas más críticas del año, lo que me sorprende es decirlo, y no sentirme hablando estupideces, sino más bien, planteando algo que podría llegar a parecer cliché, por lo trillado.
Vuelvo a la pregunta que he formulado otras veces..
¿Para dónde vamos? ¿Qué onda nosotros?
1 comentario:
ayer decidi ser fanática de lo que muestras en tu fotolog, hoy soy fanática de tu blog (l)
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